Entrar dentro del campo de la filosofía de las ciencias sociales equivale a tropezar con la polémica. No hay consenso en las llamadas ciencias del espíritu. No hay consenso en las llamadas ciencias culturales, humanas o sociales, acerca de la fundamentación de su quehacer. Desde la aparición de las diversas disciplinas que se acogen al sobrenombre del espíritu, humanas o sociales (historia, psicología. sociología, economía, derecho, pedagogía...), se ha desatado la polémica Sobre su estatuto de cientificidad.
La aparición expresa, manifiesta, de estas disciplinas (dicho sea globalmente y sin muchas precisiones) aconteció en el siglo XIX. Es decir, en el momento histórico en que se hizo evidente que la sociedad, la vida de los hombres en ella con sus múltiples relaciones, no era ni algo claro, ni dado de una vez por todas. Desde este momento de crisis, el pensamiento y la reflexión pugnaron por encontrar estabilidad. Fruto de esta lucha con un mundo social que se había vuelto problemático surgieron la ciencia histórica, sociológica, política, económica, psicológica… ¿pero, eran verdaderamente ciencias tales intentos, explicaciones, reflexiones y quehaceres? La respuesta dependería del concepto de ciencia que se utilizara como medida.
Para unos lo eran y para otros no. Unos exigían que las «nuevas" ciencias se acomodaran al paradigma o modelo de las ciencias verdaderas, es decir las físico-naturales, y otros defendían la autonomía de las nacientes ciencias. Vemos que, desde la cuna, les acompaña a las incipientes disciplinas la disputa acerca del estatuto científico que posean o no. Pero más allá de esta disputa se advierte otra polémica mayor, más antigua, profunda y abarcadora: ¿qué es ciencia? Porque lo verdaderamente problemático e inquietante es observar la diversidad de criterios que se aplican tras la palabra ciencia.
Habría, pues, que decir que en el contencioso sobre la cientificidad o no de las ciencias humanas, sociales o del espíritu, se da cita el debate sobre la ciencia. De aquí su gran interés. Por esta razón, algunos teóricos del debate denominan a este problema de la fundamentación de las ciencias sociales o humanas como tales ciencias, «la cuestión candente». Dicho de otro modo: aquí se anudan actualmente los problemas más acuciantes que rodean a la ciencia y las preguntas que van más a la raíz.
No es extraño que al tratar de indicar brevísimamente algo de la cuestión, en una nota introductoria a unas lecturas de filosofía de dichas ciencias, no tengamos más remedio que ir al encuentro de la génesis del problema. La fuerza misma de la disputa actual nos impele a buscar, aguas, arriba, el origen del tumulto. También aquí que la historia del problema nos desvele el problema o, al menos, nos ayude a aclararlo.
J. M . Mardones
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